Continúo —por última vez, espero— el tema del que hablé en la entrada anterior. Cuando alguien al que apenas conozco, o nada, me entrega su libro de poemas, publicado en una editorial de la que nunca oí hablar, pronuncio un uf para mis adentros y siento un embarazo incómodo que me obliga a desviar la vista y mascullar algo indescifrable incluso para mí mismo, porque el mundo está plagado de poetas terriblemente malos para los que sin embargo, y eso es lo embarazoso, sus poemas son terriblemente importantes. En ese desequilibrio hay una tragedia de la que yo nunca desearía ser testigo…
Foto de Angela Yuriko Smith