Bonus track 5

Tener hijos con ella. Inimaginable que en el interior de ese cuerpo vaya creciendo un ser que antes no estaba ahí. Un alien. Una larva que engorda rodeada del capullo: desarrollando mucosas, cartílagos, huesecillos, vísceras, extremidades dotadas de cinco dedos. Un monstruo invasor.

Júramelo.

Si nunca hubiésemos visto antes un ser humano nos parecería aterrador: un mamífero completamente vertical, casi desprovisto de pelo (una larva, decía), los vasos sanguíneos visibles a través de la piel lampiña, de miembros fusiliformes, órganos sexuales expuestos por culpa de una pelvis muy abierta, ojos situados al frente, incapaces por tanto de ver lo que llega por los flancos, dientes diminutos, inútiles.

AM, júralo.

angelescorte

Yo no quiero que Alegría sea madre, que su vientre se hinche, que se forme un monstruo en su interior, que líquidos chorreen por sus piernas. Tengo que pensar en otra cosa, para que no se dé cuenta de que voy  contestar que sí porque no puedo contestar algo distinto. Me está exigiendo algo inhumano, así que me concentro en mis pensamientos, en el deseo de que Alegría siempre sea así, que su cuerpo no se transforme, que generaciones futuras puedan aún mirarla, tan inerme y tan hermosa, mi zancuda, mi tierno animal arborícola. Busco la imagen para retratarla pero nada me satisface. Otro intento: es un tótem de una civilización desaparecida, de cuerpo de marfil, estrecho y a la vez suave. Galatea estaba hecha de marfil, que se ablandó con las caricias de Pigmalión. Pero yo no quiero una mujer sin historia, virgen, no quiero una mujer sólo para mí, sino con un cuerpo propio, labrado decisión a decisión. Galatea fue la primera muñeca hinchable. Por cierto, y aunque no venga a cuento: el cuerpo de Alegría no es asexuado, sino ambiguo. No es su erotismo, es su aura. ¿Me explico?

Júrame que no lo contarás nunca. No lo escribirás en tu cuaderno, no hablarás de ello a Husky, guardarás el secreto hasta que mueras.

Sus pupilas son dos agujeros negros: podrían absorber galaxias enteras. Su fuerza de gravedad es tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar de ellos. Las mías no pueden despegarse ni ocultarse tras los párpados; sería incapaz de girar la cabeza, de levantarme y alejarme unos pasos.

Esa es la condición, que me jures no contarlo nunca. A nadie.

Lo juro. Pienso que de un momento a otro me va a pedir que firme la promesa con mi sangre. Me pongo la mano sobre el pecho desnudo y la posibilidad del perjurio me produce un escalofrío. Es a ella a quien quiero tocar. Ni siquiera sé si la deseo, pero sí deseo su contacto, su atención, sus cuidados.

Ven, dice, y me toma de la mano. Su pulso late entre mis dedos. Tampoco sé si quiero estar dentro de ella, pero sí junto a ella, apretado, que sus brazos largos me rodeen, mantis amorosa.

Me tumbo sobre la cama, de perfil, ella a mi lado, vamos, no me mires así de solemne, dice (ahora tendría que explicarle qué es la hierogamia pero me callo), y por primera vez noto el roce de sus labios en los míos.

Y ahora dejo de contar. Se lo he jurado. Aunque sé que de alguna manera ya he quebrantado el juramento. Ella no quería ni siquiera que alguien supiese que nos habíamos acostado juntos, me pidió por favor que no lo contara. No le pregunté por qué y ahora es demasiado tarde. No sé dónde está. No sé si está. Le pido perdón y le digo, pero mira, Alegría, no he contado detalles. Nadie sabe cómo lo haces, lo que haces en ese momento de abandono.

 

¿Y tú?, pregunto después a Alegría, ¿tú?

Casi; no te preocupes, ha estado bien.

Me acaricia la cabeza como para consolarme, pero no hay consuelo, porque yo habría querido que ella también, y me siento inútil y algo mezquino. Está bien, dice, de verdad que está bien. Pero júrame que no lo vas a contar. Y lo juro. Y también me siento triste porque sé que le estoy mintiendo, ¿cómo no voy a contar nunca lo más importante que ha pasado en mi vida, lo que puede que sea lo más importante que pase jamás en mi vida? Ella repite está bien, y yo sé que lo sabe, aunque no sé si me perdona, si me lo va a perdonar algún día.