Un momento para respirar (33) Votos de sangre

Alberto Núñez Feijóo en el Congreso, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno. MARISCAL / EFE

17 de mayo

Intento ver una película de vampiros de Kathryn Bigelow, insoportablemente sobreactuada. A cualquier película o novela de género se le aceptan ciertas convenciones, pero el conjunto se vuelve indigesto cuando a la convención –el joven que se enamora de la vampira y esta le muerde y convierte– se añade el cliché –la joven se contonea a la luz de una farola como en los momentos más ridículos de cualquier obra de soft porn–. Solo aguanto hasta el momento en el que un vampiro chulo para el coche de unas chicas y las invita a una copa mientras masca chicle con la boca abierta y hace gestos tan babosos que cualquier mujer huiría espantada; pero ellas lo acogen con grititos de alegría.

Paso a ver otra de vampiros, Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch. Cuando la vampira Fibonacci, el personaje encarnado por Tilda Swinton, está haciendo la maleta para entretenerse durante dos vuelos –nocturnos, por supuesto–, mete en ella varios libros. Detengo la imagen para ver el autor de uno de ellos, que contiene poemas en español: Campoamor. ¿En serio? Una vampira que se precie va a leer a Campoamor? ¿Quién puede leer hoy poemas de Campoamor?

Sigue leyendo en La Marea

Deja un comentario