
Pintada en la playa de Laga, Bizkaia (Álvaro Minguito)
9 de abril
Si no tuviese el compromiso de publicar fragmentos de este diario en La Marea es posible que lo hubiese abandonado por un tiempo. Los días están tan llenos y mi cabeza tan dispersa que se me olvida detenerme a repasar el día y escribir mis impresiones. Me sucede algo parecido a lo que me pasa con el ejercicio físico: es una actividad con la que me siento bien después de realizarla, pero siempre la pongo en un lugar demasiado bajo de mi lista de urgencias.
No estoy acostumbrado a pasar tanto tiempo sin escribir (literatura). Siento que mi vida está incompleta si no creo. Cuando Edurne se ausenta unos días siento algo parecido. No, no es que mi vida esté incompleta, es más bien que vivo en modo standby. No se me ocurre una buena palabra en castellano –reposo, espera, no me valen–. En los aparatos de gas –calentadores, estufas–, cuando solo está una pequeña llama encendida pero los quemadores apagados, se dice en francés que está en veilleuse; si se abre el agua caliente o se demanda más calor se produce una llamarada y como un soplo fuerte que anuncia el pleno funcionamiento. Eso es: cuando no escribo o no está Edurne me encuentro en veilleuse y anhelo el momento de la llamarada.