
John Warwick Brooke / Biblioteca nacional de Escocia
22 de noviembre
Decido pasar una mañana tranquila, de lectura. Ignoro correos y mensajes. Edurne no está. Ni siquiera tengo ganas de salir al paseo habitual hasta el arroyo con el perro. Pero Goxo me insiste tanto que acabo levantándome del sofá y salgo con él. A mitad de camino me abandona y se va a sus asuntos. No me parece mal, yo también cambio de opinión de forma inesperada.
Quizá porque tiene que venir hoy un fontanero a mi casa, la noche pasada, en la duermevela, me pregunté: ¿qué es más necesario, un fontanero o un escritor? ¿Qué cambia más el mundo, la fontanería o la literatura? Habría que poner en la balanza la contribución a que tengamos agua potable y agua caliente en nuestras casas, la calefacción, el sistema de desagüe de nuestros baños, y del otro lado las obras de Shakespeare, Agota Kristoff, Borges o Sylvia Plath.
Como es sabido, Platón quería dejar fuera de la república a los poetas. Si yo pudiera dictar las normas de una república y tuviera que elegir, ¿a quién dejaría fuera, a los poetas o a los fontaneros? La respuesta es obvia. La única esperanza para la literatura sería entonces que hubiera fontaneros poetas, o viceversa.
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