Leo que un escritor argentino dice que no le interesa nada contar historias. Me hace pensar por un momento si soy demasiado primitivo, poco sofisticado, poco (post)moderno. Mi antiguo profesor de Historia del Arte, a quien volví a encontrar hace dos años, me dijo exactamente lo mismo, que no le interesaba que le contasen historias. Y he oído esa frase en distintas ocasiones. Contar historias está desprestigiado.

Leo a Vila-Matas sobre Perec. Perec les suele gustar a los que no les gustan las historias –le gustaba mucho a mi antiguo profesor de arte-. Sé que los auténticos intelectuales entre los lectores y escritores idolatran a Perec. Me reservo mi opinión: lo he leído demasiado poco. Pero me llama la atención cómo se pone de moda una poética, cómo a través de esa poética se establecen clases de escritores que se reconocen entre sí, y cuando digo clases no me refiero a tipos, sino a una distribución por alturas, como en las pirámides que estudiábamos en el colegio (arriba el rey, debajo la aristocracia, luego los comerciantes…)

anna karenina.jpegA mí me gusta contar historias y me gusta que me las cuenten. Mantengo esa fascinación infantil por los acontecimientos y las posibilidades abiertas. Aunque sepa que, como diría Susan Sontag, una trama es el cebo que se usa para captar mi atención y llevarme hacia otros asuntos. La historia que se cuenta no es sólo la historia que se cuenta; es un juego de asociaciones, de relaciones, de acertijos, de sensaciones y de significados para poner en duda o aceptar o rechazar o sencillamente sentir. Una historia es un empujón; lo que me interesa de verdad no es lo que le sucede a Anna Karenina; lo que me interesa es la necesidad de arrojarse bajo las ruedas de un tren; Anna tan sólo es la médium que me desvela ese vértigo.

E. está con sus padres. Paso tres días solo en casa. Me he desacostumbrado a la soledad, yo, que me tenía por un solitario.

mosaicosNos trae A. los tres primeros libros publicados por su editorial. La edición muy cuidada, el papel de calidad. Me alegra que M. esté con él en este proyecto. A., con su perfeccionismo, podría pasarse años en la fase de preparación. M., entusiasta y, creo, más práctica, empuja a la realización. El perfeccionismo es un camino seguro hacia la desesperación o hacia la abulia.

Uno de los libros es de Felisberto Hernández. Me pongo a leerlo y la primera palabra que me sugiere la lectura es “delicadeza”. Esa especie de cuidado hacia los momentos mínimos, como quien tiene entre los dedos un objeto fragilísimo que, sin embargo, es necesario inspeccionar. No sé casi nada de la vida de F. H., pero imagino que quien mira la realidad con esa atención cautelosa sería un hombre triste.

Otros, para evitar la tristeza, la impotencia también ante la caducidad de todo momento, juzgan la realidad; es decir, se sitúan fuera de ella.

5 comentarios en “No me vengas con historias

  1. Sobre Felis escribí hace millones de años en plena dictadura, una tesina. Con tanta mala suerte que me la reprobaron. Nunca logré publicarla. Me sentí como el pobre Felisberto cuando deambulaba por los clubes del interior del país, luchando para que le aprobaran un.concierto. Me lo leí todo. De cabo a rabo. Llegué a saber más de él que de mí. Soy amiga de uno de sus nietos. También concertista. Un lujo que a veces da la vida

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      • Sí. Me interesó muchísimo. Es uno de nuestros «raros»- y lo sigue siendo- Julio Cortázar escribió un texto fenomenal. Se llama «Carta en mano propia». Creo que si «googleas» lo encuentras en Internet. Vale la pena.

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      • Es una joyita donde relata las «no coincidencias» para conocerse personalmente en esos pueblitos del interior de Argentina donde Julio Cortázar iba a dar clases y Felis «luchaba» con jefecitos para poder dar algún concierto y ganar algún dinerillo. Uno de ellos: Chivilcoy- «donde nunca pasaba nada». Y yo le creo, por supuesto. No se encontraron personalmente, pero sí por medio de la literatura, que Cortázar leía con atención y buen criterio.

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